El debate
nacionalista
Sobre el nacionalismo
se ha escrito mucho y casi siempre para mal. Cómo concepto práctico se ha
manipulado el discurso nacionalista para relacionarlo con terrorismo y
fascismo, se le ha tachado de insolidario, de excluyente, de racista, etc.
Cualquier acusación
es válida si sirve para impedir el surgimiento, desarrollo y progresión de
movimientos nacionalistas y del nacionalismo en sí mismo, como principio
ideológico.
Estas acusaciones
suelen venir de aquellos que desde las instituciones, órganos o entidades
políticas, vierten un discurso difamatorio y demonizante entre la sociedad.
De aquellos que se autocalifican de demócratas pero que
luego niegan el Derecho de Autodeterminación. De quienes en realidad están
practicando una forma de nacionalismo antidemocrático, el nacionalismo
centrípeto, que sigue manteniendo un concepto caduco y obsoleto de una patria
que hay que mantener unida, a costa del uso de la represión si es preciso y que
lejos de ser patrimonio únicamente de dictaduras y totalitarismos, está aún
vigente en sociedades modernas y estados aparentemente basados en principios de
igualdad, libertad de expresión, o respeto a los derechos humanos.
Y a pesar de todo existe
un nacionalismo progresista, democrático, integrador, respetuoso con la
diversidad política y social e igualmente solidario.
Es falsa la acusación
de que un nacionalista progresista no se solidariza con los problemas de la
clase trabajadora, que le da la espalda a las vicisitudes de los pueblos
vecinos.
Nacionalismo y
solidaridad no son incompatibles, todo lo contrario, son conceptos totalmente
integradores.
La defensa de los derechos de los trabajadores o de
determinados colectivos sociales de cualquier parte del mundo, que sufra el
abuso del sistema capitalista tal y como está establecido en la actualidad, ha
de ser una de las líneas de trabajo en la agenda de nuestro colectivo.
El Principio
Democrático y el Derecho de Autodeterminación
El Derecho de
Autodeterminación, siempre se ha tenido que enfrentar con dos dificultades a la
hora de obtener un reconocimiento por parte de la Comunidad Internacional: La
negación de la existencia de un Pueblo cómo entidad propia y la falta de un
reconocimiento concreto y expresado en la documentación política legal.
El Principio
Democrático es la herramienta necesaria para evitar estas dos dificultades ya
que en el supuesto caso de la no existencia de un derecho histórico o la
contemplación jurídica del ejercicio del Derecho de Autodeterminación, existe
no obstante el tercer recurso, aplicado en numerosas ocasiones en diferentes
partes del mundo.
Así pues basta la
decisión democrática, la voluntad popular de autogobierno, para legitimar las
aspiraciones soberanistas, tal y como recoge el Libro Blanco sobre Democracia y
Devolución de Poderes a Escocia y Gales, redactado en
1974, sobre un
informe encargado en 1969 a una Real Comisión por parte del gobierno británico
ante la exigencia del reconocimiento de los derechos nacionales de los pueblos
escocés y galés.
Este Libro Blanco
indica que...
“Podemos argumentar
indefinidamente sobre el significado del término Nación. Los factores que han
de tomarse en cuenta son, a la vez geográficos, históricos, étnicos, lingüísticos
y culturales. Pero ninguno de ellos, nos aporta de manera individual una
solución concreta al problema. Así se concluye que los mejores jueces “son los
pueblos mismos, de tal manera que si un colectivo humano alberga sobre sí mismo
una idea de nación separada, no es necesario más argumentación para demostrar
la existencia de tal nación.”
Si bien esta argumentación se sostiene firmemente por sí
sola, cobra un valor definitivo si va acompañada de la reivindicación de un
referéndum o consulta popular vinculante, es decir, del ejercicio práctico del
Derecho de Autodeterminación, ya que este se plantea desde un proceso no sujeto
a elementos distorsionadores, cómo pueden ser el uso de la violencia, la
criminalización de sus actores participantes por parte de las instituciones
políticas y judiciales del estado central, o cualquier otro factor externo o
interno.
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